Rutinaria Excepcionalidad

En eso parece haberse transformado el día a día. Transcurre dentro de una aparente, casi tangible normalidad, mientras uno no repara en las decenas de detalles que, a diario, conminan al silencio, a la memoria, a la nostalgia. Diría que es como ver una réplica de un cuadro. A cierta distancia, la ilusión convence al ojo, pero, para el entendido, para quien tiene familiaridad con la escena, siempre queda la sensación de que algo falla, de que algo no es como debiera ser.

Todo parece fluir en esa corriente arrulladora, hasta el extremo de nada parezca noticiable. Las casas se amueblan, se convierten en hogares. Un año termina, y otro comienza, entre brindis mecánicos, ojos acuosos y agridulces suspiros. Unos crecen, otros menguan, y todos esperan y desean nuevas sonrisas, caras pequeñas y rosadas de quienes, por la pausa dramática que le estan dando al asunto, serán grandes actores en su madurez. Alguno de ellos podría conocer a su padre antes de que su madre se declare, visto lo visto.

Yo, de momento, profundizo en el Carpe Diem. Los ultimos años me han enseñado que hacer planes no es sino un esfuerzo inútil, una especie de fronton contra el destino, y este siempre te hace cambiar la jugada que tenías en mente.

Así, mientras esperamos a que las cigüeñas alcen el vuelo, esta semana visitaremos EuroDisney, y entre silencio y silencio, entre recuerdo y recuerdo, cruzare los dedos para que el duo sacapuntas no consiga, a base de bailes Pitbullianos, que nos echen del lugar.

Pd.: Os echo de menos. Y espero que, para cuando volvamos a encontrarnos, mis (malas) artes culinarias puedan impresionaros.

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